Llegar por tierra a Salvador es una experiencia movilizadora, las favelas colgadas de los morros, el espiritu del samba y de tantos excelentísimos músicos, el olor a feijoada bahiana, los negros en patas caminando por el asfalto que quema, más favelas en los morros, la desigualdad envuelta en un manto poético que la hace ver menos dura, autopistas, rodovias, puentes, más favelas en los morros, mansiones 7 estrellas y derrepente... una ovación al unisono salió del corazon de la van de forma expontanea al ver el mar, así saludamos a Iemanjá. Girar por las playas nordestinas era una de las cosas que más nos motivaban para hacer la “turnê”, dejando de lado la cuestion musical y evitando hablar de la belleza de las brasileras.
Al final de una barranca hacia arriba queda el lugar donde tocamos. Bar, estudio, casa de unos cuantos. Nos recibió Dona Neusa, personaje antológico, como salido de un film que nunca se rodó, dirigido por Tornatore y Alejandro Doria, ambos directores se juntaban una tarde en Itapoa, se tomaban toda la pinga y el wisky que tenian a mano y se ponian a escribir. Mitad “nona tana”, mitad bruja umbanda (osea de las buenas), mitad maestro Yoda pero de color negro, mitad de altura también, Dona Neusa no llega al metro y medio pero lo que le falta de largo le sobra de encanto, hospitalidad y buena onda. Fuimos recibidos con una feijoada bahiana, una ensaladota y mucha birra. Después de dar un mergulho, el primero de la gira, volvimos al pa tocar.
Era domingo y los shows fueron temprano, el bar es abierto y da a una plaza, eso hizo que el público haya sido aun más heterogeneo que el de Paraibuna. Cuando tocamos no pude ver su reacción porque me distraje prestandole atención a un nenito de unos siete años que nos escuchó con la boca abierta; y dos mamuas habitues del bar que bailaron todo el show una danza mezcla hippie peposo en Woodstock, mezcla pacito sutil de samba. Al terminar de tocar agradecimos a dona Neusa y a los organizadores de la fecha, Casinha, Dimi y Carlos. Ni bien terminé, un grone me manoteo el micrófono para decir: “esses caras ahi não som Argentinos uma porra neihuma, esses caras som Bahianos”. Honor
Al final de una barranca hacia arriba queda el lugar donde tocamos. Bar, estudio, casa de unos cuantos. Nos recibió Dona Neusa, personaje antológico, como salido de un film que nunca se rodó, dirigido por Tornatore y Alejandro Doria, ambos directores se juntaban una tarde en Itapoa, se tomaban toda la pinga y el wisky que tenian a mano y se ponian a escribir. Mitad “nona tana”, mitad bruja umbanda (osea de las buenas), mitad maestro Yoda pero de color negro, mitad de altura también, Dona Neusa no llega al metro y medio pero lo que le falta de largo le sobra de encanto, hospitalidad y buena onda. Fuimos recibidos con una feijoada bahiana, una ensaladota y mucha birra. Después de dar un mergulho, el primero de la gira, volvimos al pa tocar.
Era domingo y los shows fueron temprano, el bar es abierto y da a una plaza, eso hizo que el público haya sido aun más heterogeneo que el de Paraibuna. Cuando tocamos no pude ver su reacción porque me distraje prestandole atención a un nenito de unos siete años que nos escuchó con la boca abierta; y dos mamuas habitues del bar que bailaron todo el show una danza mezcla hippie peposo en Woodstock, mezcla pacito sutil de samba. Al terminar de tocar agradecimos a dona Neusa y a los organizadores de la fecha, Casinha, Dimi y Carlos. Ni bien terminé, un grone me manoteo el micrófono para decir: “esses caras ahi não som Argentinos uma porra neihuma, esses caras som Bahianos”. Honor
Show de Joseph Tourton
Show Falsos Conejos
La gente en la playa
La playa de Salvador
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